Un paseo polo Barrio Xudeu da miña Ribadavia

jueves, mayo 22, 2008

Os doces xudeus de Ribadavia






Hai na vella e fermosísima Ribadavia un lugar moi especial. O mestre Cunqueiro falaba do estómago coma a porta da alma e neste recuncho da Ribadavia xudea un pode topar pequenas chaves para abrir calquera alma por moi doente que esta sexa. A Tafona de Herminia e os seus soborosos doces xudeus. Imprescindíbel. Cantas tafonas e cantas vellas Herminias poboaron a nosa terra algún día. En Betanzos, en Monforte, en Allariz, en Pontevedra, en Baiona, na Coruña... agora fica só este lugar máxico. Xa me contaredes.

domingo, mayo 11, 2008

El pétreo silencio de Ribadavia


El pétreo silencio de Ribadavia
La famosa judería está más bella que nunca, pero vacía. Si no se remedia, el centro histórico de la capital de O Ribeiro corre el riesgo de convertirse en un museo inerte para turistas
Autor: Kiko Novoa
LA VOZ DE GALICIA
10/5/2008

De aquella Ribadavia comerciante de la Galicia medieval poco queda. Las calles del casco antiguo, otrora bulliciosas y llenas de vida, emergen pétreas, limpísimas y luminosas, sí, pero también presas de un silencio que de mañana se hace eterno. La comunidad hebrea que prosperó hace nueve siglos en la villa no hubiese permitido tal cosa. Por entonces, alrededor de la Porta Nova se formó una gran judería basada en una extraordinaria actividad económica y una artesanía de calidad, cuyo patrimonio se esconde ahora entre las piedras, con un eco que por momentos ensordece. Solo el río Avia, con el mismo vigor de antaño, grita y transpira el paso del tiempo al final del callejeo.

El caminante agradece la puesta en escena. La plaza Maior, con la Casa Consistorial y la torre del Campanario, del siglo XVI, anuncia los contrastes. Atrás quedan la paradójica rúa Progreso y un amplio aparcamiento que facilita la estancia en el casco antiguo, justo enfrente al castillo, una de las joyas que todos los años recrea la archifamosa Festa da Istoria. Cuando hace ocho años se inauguró la Oficina de Rehabilitación do Casco Histórico, la judería vivía de espaldas a la villa, con zonas intransitables y calles angostas.

Las casas se caían. A nadie le interesaba arreglarla. ¿Para qué? ¿Quién está dispuesto a buscar acomodo entre las ruinas? Y, sin embargo, ahora, cuando el pasado se ha vuelto habitable, en medio de un paraíso medieval, la población huye. «O que fan falta son cartos e postos de traballo. Eu tamén son moi ecoloxista pero se non hai diñeiro a xente marcha e isto queda como o vedes», exclama la dueña de un negocio. Por esta zona ni siquiera se estila el botellón que atormenta a los vecinos de muchos cascos históricos gallegos. En Ribadavia hay un par de pubs y los jóvenes prefieren Ourense y O Carballiño. Eso sí, son incontables las placas de bufetes de abogados y procuradores. A medida que discurre la jornada medra el ambiente.

La nueva normativa permite acumular las ayudas que la Xunta y la Administración central destinan a rehabilitación de viviendas hasta alcanzar en determinados presupuestos el 80 por ciento del total. Sin embargo, todavía es difícil romper las barreras minifundistas que se erigen también en una ciudad. El Concello de Ribadavia asegura que la difusión de boca en boca es el mejor reclamo para acercarse a las oficinas de las arquitectas municipales, que asesoran con todo detalle sobre el procedimiento y los requisitos para solicitar las subvenciones. Cada vez entra más gente joven. Hubo vecinos que, incluso antes de iniciarse el proceso de recuperación, tuvieron la sensibilidad suficiente para remodelar la casa con materiales tradicionales y armónicos. «Xa daquelas pagamos unha cantidade grande, pero merecía a pena. O negocio abriuno a miña familia hai máis de 70 anos», relata Carmen Escudero, responsable de O Mario, un establecimiento de ropa cercano a la calle principal.

Por la mañana, los coches de reparto recorren en silencio la zona vieja para surtir a los establecimientos hosteleros de la plaza Maior. Ni una colilla en el suelo. Una, quizás. Las paredes se presentan sin pintadas grafiteras, y solo un par de ejemplos permiten conservar tamaña tradición galaica: en una calle pegada a la iglesia de Santiago un artista deja claro que «Raúl está por Laura», mientras otro escribano detalla que «soi [sic] Cristian, Rita». Al fin, alguien, con tanto criterio como escasa sensibilidad, tacha a los primeros de «porkos todos».
Al margen de la citada incursión literaria, Ribadavia escapa de los dolores de vista que destrozan el patrimonio por Galicia. Ni pegatinas de colores ni cartelitos que venden Seat Ibizas. Habrá que estar atentos para retratar la excepción. Solo los anuncios telefónicos atraen la vista del caminante. Son bastantes los ventanales que acogen la oferta, pero también son muchas las casas desocupadas que no parecen dispuestas a esforzarse en buscar inquilino. Hay anuncios que parecen puestos por los mismísimos hebreos medievales. El periodista decide llamar a uno de ellos:

-Estoy interesado en la casa.
-Sí, hay mucha gente interesada pero al final?
-¿Pide mucho?
-60.000 euros. Son dos pisos, un bajo y una buhardilla.
-Ya, pero dentro no hay nada, habría que arreglarlo todo?
-Sí, pero todos los papeles están en regla. Por mi parte no hay ningún problema. Está todo en el notario. También le soy sincera: otra cosa son los problemas que le pongan en el Ayuntamiento.
-¿A qué se refiere?
-Yo quise arreglar la casa hace tiempo. Pero ponen pegas por todo, hay que hacerlo como dicen ellos, si no, no te dejan.

Quizá los judíos que moraban detrás de los iluminados soportales hubiesen tenido más tacto para culminar la venta de un indeciso cliente, pero se ve que la sinceridad y la denuncia pesan más que la persuasión y el desengaño. Así, será difícil que la gente regrese a Ribadavia, por mucho que nunca antes se hayan ofrecido tantos recursos económicos para desarrollar un proyecto de rehabilitación. Es posible que la falta de información dinamite el futuro del casco urbano, si bien en el concello aseguran que la recomendación vecinal es su mejor aliado.

La capital de la comarca de O Ribeiro mantiene una comunión absoluta con el cultivo de vino, pero solo en la plaza Maior es posible degustar un caldo en presencia de la piedra. A medida que se acerca la noche, si el buen tiempo lo permite, el gentío llena de voces la historia, concentrada en un gran espacio desde el que se intuye el cercano castillo, allí al margen de las murallas. En la Festa da Istoria, todo cambia. Miles de personas recrean el museo que hoy permanece a la espera. Es como si las calles hubiesen sido acostadas para concluir su misión una vez al año, como si nada importase entre ese largo paréntesis.

La gente se va. Hace ocho años se creó la Oficina de Rehabilitación del Conjunto Histórico para evitar que se cayera la piedra. Pero contra la caída de la población no pudo. La zona nueva y la atracción de otras ciudades siguen siendo el drama de las pequeñas ciudades de Galicia. Ribadavia está bien comunicada por carretera y ferrocarril, a 30 kilómetros de Ourense y cerca de O Carballiño. De allí a Santiago, hay un paso. Muchos jóvenes se han marchado y no parecen dispuestos a regresar para siempre. «É moi difícil volver a casa cando non ten nada que ofrecer. A min encántame Ribadavia, é fantástico pasear polas xuderías, pero vivir ao día é unha cousa distinta», reconoce una joven estudiante de la universidad compostelana.

A pesar de todo, los pocos que quedan se empeñan en mantener con fuerza la memoria. Un turista jamás entendería que alguien pueda abandonar un lugar tan bello. Los dirigentes municipales admiten que ahora el objetivo es el comercio. El movimiento de dinero es un excelente punto de partida para encontrar soluciones que eviten tamaña musealización. Es el momento de desempolvar los viejos manuales hebreos. Quizá allí se muestren las garantías mínimas para que la piedra vuelva a ser pisada.